BLANCO DESPERTAR

01.07.2014 16:05

… después de estar al tanto del peregrinaje de su sombra y del trabajar de su existencia, por más de un año; llego el día en que mis más oscuros y sádicos deseos iban a ser liberados y expulsados con tanta fuerza que ni un cuerpo forjado con acero podría llegar a resistir tan fuerte impacto. Después de cerrar mi librería, dispuse una parada antes de proceder a mi siguiente actuar y mortal cadena de incidentes que deseaba desde hace mucho tiempo.

Un café situado en una esquina cualquiera, de esos que es solo visitado por cuatro clases de vientos, que se encuentran para estrellarse y volver a recorrer la ciudad de una manera cíclica y teniendo como punto de encuentro la misma calle desolada e invadida de papeles con propaganda. Me dispuse a reposar mi existencia en una de las pocas sillas que no se encontraban pintadas por el roció de agosto, pedí al mesero un café largo acompañado de un cigarrillo oscuro que me ayudara a ordenar mis pensamientos para poder así solicitar mi orden en el café. Mientras el ácido destilado del café inundaba con sabores terrosos mi paladar y el humo del cigarrillo pintaba la silueta de un cráneo en el cielo, pensaba en como mis deseos podrían ser consumados en mi actuar salvaje sin dejar huellas en los familiares ni en las personas que hallasen aquel cuerpo desnudo y sin vida en aquel cuarto que queda en frente del baño, además Pensaba, en aquel cuarto que abre sus ventanas contemplando aquel lago donde saltan las alegrías y se ahogan al chocar con la superficie del agua, es entonces donde los peces saltan al hambre de cualquier ave, desesperados, desahuciados y buscando huir de lo que acaba de caer en su mundo. Pensaba, en que haría, si al llegar a esa casa ella se encontrase con otra u otras personas que la acompañasen y me interrumpieran, la salvaran, me salvaran, pero la condenaran a la vida y me condenaran a la eterna espera y la suprema represión de mi plan fatal. En aquel caso creo que correría de regreso al café para poder así seguir escribiendo y ahogándome en mis sueños y en sus pesadillas entonces descritas en un papel.

Para cuando la última gota de sustancia oscura pintaba el fondo de aquel recipiente de porcelana y el consumido cigarrillo quemaba mis dedos en un llamado desesperado para que lo aplacara en aquel cenicero de madera, observe mi reloj, empañado y advertí las 11 de la noche, fue tan largo mi pensar que no caí en cuenta de que ya era muy tarde y que mi objetivo ya se hallaba dormido e inocentemente deambulaba por sus sueños sin saber su trágico final, (mi plan era sorprender cuando sus ojos estuviesen abiertos y lograra contemplar mi rostro) ya era muy tarde, furioso me levante de aquella silla, deje un par de monedas al lado del cenicero y  emprendí mi  triste regreso a casa, pasaría otro día con mis deseos reprimidos no en mi cabeza solamente sino en mis manos, dedos y en mi triste mundo estrecho y rodeado por miles de páginas amarillas olvidadas por la humanidad. Camine por la desolada calle, la cual advertía que yo era el único ser que deambulaba por su húmeda existencia, mis pasos hacían eco y generaban en mi un movimiento casi reflejo de girar la cabeza asustado al sentir, que una docena de personas caminaban tras de mi sigilosamente, pero me hallaba solo, caminando por el medio de una calle alumbrada con el mediocre parpadeo de algunas lámparas que ya desistían de su existencia. Al encontrarme parado frente a la puerta que daba la bienvenida a mi casa, saque del bolsillo de mi abrigo las llaves que daban apertura a los diferentes mecanismos de la cerradura,  cuál fue mi sorpresa al darme cuenta que la puerta se hallaba violentada y entre abierta. Al abrir la puerta un sonido agudo estremeció mi cuerpo  y se apodero de mí, un frío de muerte. Camine por el corredor y cada paso que se precipitaba a mi cuarto iba acompañado de un olor a azufre que flotaba por todo el interior de la casa, al pasar por la cocina y contemplar su interior me halle horrorizado, al ver unas manchas de sangre que marcaban el caminar de una persona en círculo, cerré los ojos como quien cree erróneamente que al apretar sus parados la realidad cambiara; y seguí caminando lentamente por el corredor. Avanzaba hacia mi cuarto, cuando un sonido tenue pero atronador invadía mi cabeza de una forma arrolladora, este sonido era una canción de Edith Piaf la cual decía;

 

         Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Il faut oublier
Tout peut s'oublier
Qui s'enfuit déjà
Oublier le temps
Des malentendus
Et le temps perdu
A savoir comment
Oublier ces heures
Qui tuaient parfois
A coups de pourquoi
Le coeur du bonheur
Ne me quitte pas
     

           (Ne Me quitte pas)

 

 

Al tararear nerviosamente la canción, me dirigí al cuarto donde nacía aquella melodía, el sudor era pieza clave en el aroma de mi cuerpo y en la distinción de mi existir, al mirar el piso, aquellas huellas de sangre parecieran que me hubiesen pasado presurosamente por mi descuido y se internaran entonces en el cuarto sin yo haberme dado cuenta, el café, las calles desoladas, la cerradura, el aroma a azufre, el sudor de mi cuerpo, la música, las huellas de sangre eran en conjunto, secuencias de un trágico e interrumpible final, un final que desde hace muchas primaveras había fabricado para otra persona, y era casi impensable que aquellas secuencias terminaran perpetuadas en mi existir. Al avanzar por el corredor un peso incontrolable se posaba en el interior de mis zapatos y me impedía cada vez más llegar a la puerta, pero mi curiosidad me alentaba a seguir el andar, cuando me encontraba en frente a la puerta logre divisar una frase escrita en un tono rojizo y seco, plasmada al parecer con un pincel o en el peor de los casos con el dedo, una frase que nunca antes había estado ahí, esta frase decía ¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza! (fragmento, canto tercero, divina comedia)

Posé mi húmeda y temblorosa mano en la mitad de la puerta para no tocar la frase y la empuje suavemente para no hacer ningún ruido como queriendo sorprender a quien o a quienes se encontraran en el interior, poco a poco la puerta se fue abriendo, dejando ver en el interior un espeso humo que lo invadía, haciéndome automáticamente cerrar los ojos. El abrir la puerta fue un llamado al escape de todo el humo que  se encontraba en el cuarto, en cinco segundos el interior ya se encontraba despejado pero mis ojos permanecían cerrados por un miedo intenso a contemplar lo que encontraría horrorizado; lentamente mis ojos recobraron su funcionalidad con el permiso de mis parpados, sobre la cama yacía una mujer sin vida con su cuerpo mirando hacia abajo, su cuerpo estaba cubierto de sangre  y sus manos cerradas apretando un papel blanco, de repente la ventana se abrió y una nube espesa salió produciendo un ruido infernal como cuando se sacrifica un cerdo, horrorizado desconecte el aparato que daba vida a aquella melodía, me acerque a la mujer y con fuerza la gire para contemplar su cara, cuando su cuerpo se encontraba mirando al techo, observe su rostro pero no pude reconocerlo, estaba cubierto de  cabello y sangre, con mi mano limpie su cara, aparte su cabello y mi sorpresa fue tan grande que di un salto y quedé sentado en el tapete del cuarto, era la mujer que había perseguido y espiado por meses, era la mujer que compraba libros y me regalaba 2 minutos de su tiempo, mientras le entregaba el cambio, para entablar una conversación y sacarme de aquella monotonía miserable.

Me reconforte, hallándome parado mirándola fijamente, de repente exhalo un suspiro y gritando me dijo  que porque había hecho eso, que porque le había arrancado la vida, que porque… dejo de respirar y quedo con sus ojos abiertos. Horrorizado grite que yo no había hecho nada y salí presuroso por el corredor, me encontré el baño de frente al cuarto, entre y cerré la puerta, me senté en el piso de la ducha y coloque mi cabeza en medio de las rodillas, permanecí sentado al parecer más de dos horas. La desgracia se había apoderado de mí, cuando pensé que no podía ser más desgraciado, me pare y fui al lavamanos, me pare frente al espejo y cuando sostuve la mirada atenta sobre el espejo, me di cuenta que estaba invadido de sangre y mis ojos perdidos miraban fijamente mis manos, carcajeaba desenfrenadamente y un humor se apodero de mí, a tal punto que el llanto era fiel acompañante de la tos, salí del baño riendo y aplaudiendo. me dirigí de nuevo al cuarto, abrí la puerta, ya era de día, el cuarto estaba vacío  y yo me hallaba limpio y vestido de blanco con un camisón que bloqueaba el movimiento de mis cuerpo, de repente entro un hombre vestido de blanco y riendo dijo “ ha llegado tu hora maldito enfermo, apiádate de tu existencia y cierra los ojos para que la corriente libere todo el mal de ti”

 

Esta historia se halló arrugada en el puño de la mujer que yacía sobre la cama…

 

DANIEL FELIPE AVILA BARRETO

BOGOTA D.C

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