LA CAJA NEGRA Y SUS FOTOS

08.07.2014 15:32

Deambulaba Felipe por el centro de la ciudad, interesado en comprar uno de esos libros abarrotados y polvorientos en las librerías…


La noche caía implacable, adornada por una luna que cubría los tejados de las casas con una presunción narcisista, la lluvia era fiel rival para aquel satélite natural, que en una lucha incansable se esforzaba por cubrir su brillo y encharcar las calles con el deseo de encandelillarla por su propio reflejo y poder así, hacerla huir dándole paso a las densas nubes que también luchaban con las estrellas. Eran ya las 8.30pm y Felipe caminaba impotente al no hallar ningún lugar donde poder realizar su compra, buscaba algún libro que lo estremeciera en las noches y que provocara un miedo inquietante, haciendo volar su imaginación y de la misma manera, las cobijas sobre su cabeza como armadura contra los pavorosos productos de su mente o de la noche o de los muertos o quien sabe que producto de la póstuma lectura de aquel, hasta ahora oculto texto. Cuando sus pies anunciaron el agotamiento, Felipe se dispuso a volver a casa, desilusionado e impotente frente a tan estúpida aventura nocturna, camino por entre las calles observando las casas caídas y disipadas por la niebla, que podría ser interpretada como los guerreros caídos entre la batalla de la luna y la lluvia. La calle era solo alumbrada por una casa que en su fachada mostraba un letrero de tienda esotérica, era tan miserable su fachada que ahora la luna y la lluvia se unían para ocultar su presentación, pero Felipe fue un seguidor acérrimo de aquel lóbrego lugar y se dispuso a entrar. La casa era adornada por esculturas de arcilla con formas tristes de hombres llorando o gritando, libros con demonios, brujas y santos adornando las caratulas, telarañas que mas que decoración era el descuido del propietario y un olor a azufre que se mezclaba con el tabaco dando como producto un anciano que se condensaba en el fondo. Con una barba amarillenta, el cabello largo, un traje negro que resaltaba más el gris probablemente por las múltiples posturas de quien lo lleva y un mirar sonámbulo, el anciano se acercó a Felipe dándole la bienvenida con una sonrisa y la despedida con sus tres dientes negros y diciendo en su ascenso al joven – buenas noches, en que le puedo servir- , a lo que Felipe contesto sin saludar –estoy buscando un libro que logre sacarme del sueño y entre letras sueltas e historias tétricas, colmen mi día con recuerdos no gratos de la lectura- el silencioso anciano giro y se introdujo en un cuarto infesto de libros, revistas pornográficas y platos sucios de comida. A los pocos segundos salió con una caja en la mano y se la entrego al curioso, la caja era negra y en su presentación traía el grabado de La tentación de San Antonio y San Antonio, atormentado por los Demonios, estaba adornado con cruces que presumían de márgenes y un olor característico a ácaros y polillas. Felipe con una sonrisa en la cara y una nausea en el estomago pregunto al anciano el costo de aquel libro, a lo que el anciano respondió 165.000. Felipe apareció incrustado en su cuarto con una caja negra en sus manos…

En su cuarto, la única prueba de vida era un jadeo compulsivo resultado de la sensibilidad de su olfato. La caja negra permanecía aun sin abrir y el olor que emanaba poco a poco se volvió aceptable, Felipe la observaba aterrorizado pero con una curiosidad propia de un hombre virgen visitante de un burdel, decidido se lanzo a la caja, la abrió inmerso en un éxtasis de la mezcla de ácaros y olores desagradables que se elevaban por el techo volviendo presurosos a su hogar, haciendo una cadena cíclica de olores fétidos, al abrir la caja, Felipe advirtió un libro que en su presentación plasmaba el mismo dibujo de su contenedor, junto al libro se encontraba una rara figura de arcilla, que moldeaba mediocremente un niño con la mirada perdida tomándose el vientre en señal de dolor. Ninguno de los dos objetos emanaba olores fétidos, ni la caja a su interior, probablemente solo era su imaginación que volaba por los arduos senderos del miedo y de vez en cuando planeaba en un caño infesto de mierda. Al abrir el libro, Felipe se encontró con unos dibujos execrables que producían uno temblores en su mandíbula resultado del miedo intenso que sentía. Las imágenes, más que dibujos parecía fotos reales tomadas a cadáveres destrozados, desmembrados, fotos de niños muertos, jóvenes colgados, cortando sus venas hasta separar sus muñecas, disparos en la cabeza y toda escena que pueda turbarle la mente a cualquier persona y con la descripción a un invidente, esté agradecería la ausencia de aquel sentido. Felipe tomo el libro, la caja y se dirigió aterrorizado a la chimenea, donde los lanzo y vio como cada una de las víctimas se regocijaban entre las llamas como final a su cruel muerte tras las paginas.

Se dirigió a su cuarto y el olor a descomposición continuaba apoderándose de su lecho, tomo la estatua y en una señal de manía, la lanzo por la ventana dándole final a su malaventurada idea.


Al siguiente día despertó asqueado en su cama, culpa del olor podrido que se adueñaba de su cuarto y tomándose la cabeza en señal de desamparo e impotencia de no poder deshacerse de todo lo relacionado con aquella caja, maldecía el instante que cruzo y se encontró con aquel desgraciado negocio. De un momento a otro, su mamá entro y dándole un beso en la frente se despidió, dejo 10.000 pesos en su mesa de noche y partió para su trabajo, Felipe quedo atónito al darse cuenta que su mama no había percibido el olor desgarrador de su cuarto. De un salto cayó en la ducha, encendió el agua hirviendo, con un jabón y una esponjilla tallo su cuerpo hasta que el dolor de las raspaduras fueran prueba necesaria para la terminación de su baño, salió del baño y entro en su cuarto; se vistió, se perfumo, prendió barras de incienso y cuando fue a sacar su abrigo del armario, ¡ahí Estaba La figura de arcilla!, horrorosa y con ese olor característico que solo él podía percibir, que él solo había conocido. Salió de su cuarto, de su casa y se dirigió intrépido a un bar localizado en una zona perdida de la ciudad, esos en los que solo se asoman los desgraciados a esconderse tras vasos grasosos llenos de cualquier licor, dejo la figurea en un bote de basura que se topo en su camino al antro, Entro al bar con la mirada perdida, entrego los 10.000 pesos al cantinero y solicito cualquier bebida que cubriera ese costo, el cantinero le arrojo una botella de brandy, la cual basto para embrutecerse y mezclar el alcohol bastamente destilado con sus ideas trágicamente concebidas, entre mas bebía copas de brandy, mas se acentuaba el olor a animal muerto, cuando la botella llego a su anhelado fin  y Cuando su estabilidad se veía entorpecida por la bebida ingerida, salió del bar trastabillando cada paso en una batalla contradictoria entre caerse o seguir de pie, al llegar a su casa, abrió la puerta y gateando se introdujo en su cama, dándole las buenas noches al olor pútrido. Un objeto le apretaba su espalda, pensó que era el control, cuando giro a sacar el control, se dio cuenta que era la maldita figura, viéndolo a los ojos y tomándose el vientre en señal de dolor, salto de su cama, se dirigió a la cocina, tomo un cuchillo y bastaron dos pasadas del filo por sus muñecas para desprender un liquido rojo que inundó el baño deslizando la sangre por debajo de la puerta, deslizando su vida por debajo de su existencia. Ahí estaba el cuerpo, mirando al techo sin presunción, sin curiosidad, sin vida. 2 días antes…


Doña Antonia despidió a su hijo por la noche, este iba a comprar un libro de esos que le encantaban y que ella odiaba porque solo producían miedo, dándole un beso en la frente lo vio desaparecer por la calle que conduce a las librerías del centro.


Se dispuso a lavar los platos que ya hacían una torre al estilo barroco en el centro de la cocina, mientras juagaba los tiesto inmersa en el pensamiento nulo que se produce cuando se hace limpieza a la casa, la mascota de Felipe, (un perro sarnoso encontrado hace unos días en una esquina cualquiera) se acerco a ella recostándose en sus tobillos, con una mirada cariñosa doña Antonia observaba al perro mientras dejaba caer agua en los platos llenos de desengrasante, no se percato cuando un cuchillo se deslizo por entre los platos y el mesón, cayendo al piso e incrustándose en el cuello del perro, aterrada al ver como entre chillidos y sangre se desvanecía el existir de la mascota, se sentó en una de las sillas de la cocina y se mantuvo perpleja hasta que el canino dejo de inmutarse. Se paro, se dirigió al desván y saco una bolsa negra grande, donde introdujo al perro y guardo detrás de la puerta del baño a la espera del camión de la basura, limpio el piso eliminando toda muestra de pintura roja, cuál fue su sorpresa al darse cuenta que el camión no transitaba por su barrio aquella noche, Tomo el cadáver y lo guardo bajo la mesa que queda en el patio de la ropa.


Al otro día doña Antonia se paro muy temprano como de costumbre y lo primero que se percato fue del olor pútrido que invadía la casa, se elevaba por el techo y entraba presuroso a la bolsa debajo de la mesa. Entro a bañarse afanada para que al salir, diera el adiós al cadáver sin que su hijo se diera cuenta, pensaba –cuando mi hijo me pregunte diré que el tierno perro escapo por la noche sin que yo me percatara-. Se baño, se vistió y salió, cuando caminaba por la calle, camino a su trabajo se acordó que no se había despedido de su hijo, regreso apresurada y en el camino se encontró una estatuilla horrible, la tomo en sus manos y pensó dársela en obsequio a Felipe debido a que él era fanático de todas las cosas horribles y que provocaban miedo. Entro a su casa y evadiendo el olor pútrido al cual ya se había acostumbrado, entro al cuarto de su hijo, abrió el armario y dejo aquella estatuilla en la parte de arriba junto a los abrigos, dio un beso en la frente a su hijo el cual lo despertó, se despidió y dejo 10.000 pesos sobre la mesa de noche. Salió


Cuando llego a su trabajo se acordó del cadáver y un pensamiento fue el único alivio que encontró para saciar su miedo frente a la sorpresa de Felipe al encontrar su mascota con un cuchillo atravesado en la garganta (Felipe no se había dado cuenta ni había percibido el olor descompuesto) Cuando regresaba a su casa, encontró una estatuilla muy parecida a la que le había dejado de sorpresa a su hijo, la limpio de desechos y la metió en su bolso para entregársela también, camino hasta la casa y entro. Lo primero que hizo fue sacar la bolsa y esperar el camión de la basura, plácidamente observaba como los recolectores aventaban la bolsa dentro de las mandíbulas destrozadoras de la maquina, así mismo se le iba su miedo, su ansiedad y su remordimiento. Entro al cuarto de Felipe y dejo la estatuilla bajo las cobijas para que cuando él llegara se regocijara entre miedo, sorpresa y alegría, la noche de doña Antonia había terminado con todos su planes más que solucionados…


Al despertar, se levanto y se dirigió al baño como de costumbre, cual fue la sorpresa al encontrar a su hijo desangrado por la triste ausencia de la mascota, se sentó a su lado gritando y llorando. deslizo el mismo cuchillo que había arrebatado a su hijo por sus venas y lentamente la sangre se fue juntando para ser una sola como en la concepción de Felipe. Ahí estaba en el baño, el morboso policía tomando fotos, inquieto de irle a vender unas copias al anciano desagradable de la tienda esotérica del centro…

DANIEL FELIPE AVILA BARRETO

1019043085 08/07/2014

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